Por Josefina Ortega
Difícil resulta imaginar a esta calurosísima Habana sin la maravilla del hielo y, sin embargo, durante prolongada era sus vecinos no pudieron “gozar de este consuelo en el riguroso estío”, tal como afirmara entonces don Francisco de Arango y Parreño.
Fue precisamente este ilustrísimo personaje quien el 23 de septiembre de 1801, presentó a la Junta de Gobierno del Real Consulado una proposición que mucho tendrían que agradecerle en lo sucesivo naturales y forasteros de esta ciudad: traer la magia del frío.
Como era de esperar algunos de mente estrecha —que siempre los hay— no estuvieron de acuerdo con tan feliz iniciativa y preguntaron a viva voz ¿para qué los habaneros necesitarían del hielo si hasta entonces no lo habían tenido? Sigue leyendo
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