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Una de las pocas caras jóvenes que acompañó como escenografía a Donald Trump en el Teatro Artime de Miami, el pasado 16 de junio, fue Rosa María Payá. Su nombre es poco conocido por los cubanos (quizás los más avezados recuerden sus show en la Cumbre de las Américas de Panamá), pero su rostro se pasea por los salones de reuniones de la derecha continental, los concilíabulos de la contrarrevolución en la Florida y una que otra vez se deja ver por Washington, Madrid y alguna otra capital europea.
En el Artime, la Payá fue la sonriente acompañante de asiento en primera fila de Humberto Díaz-Argüelles Fiallo, actual presidente de los restos vociferantes de la Brigada mercenaria de Bahía de Cochinos. No podía ser más simbólico su puesto en el montaje anexionista que le prepararon a Míster Trump.
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