Juan Diego Nusa Peñalver
No por estar prevenido me dejó de sorprender. Y aun no lo creo. Hace unas horas falleció Gabriel García Márquez, un paradigma del periodismo y la literatura de la América Latina y el Caribe y del mundo. Y por sobre todas las cosas, un entrañable amigo de Fidel y de la Revolución cubana, muy cercanos a los cubanos.
Siendo muy joven, un estudiante de la carrera de periodismo en La Universidad de La Habana, allá por la lejana década de los 80 del siglo pasado, entré de lleno con su mágica literatura. Con ese realismo maravilloso que aprendí a entender en nuestro Alejo Carpentier y que me prendió definitivamente con el Gabo. Literalmente me bebí en un sorbo ese soberbio libro de Cien Años de Soledad (1967), su obra cumbre en la que como nadie hace gala de una imaginación delirante, febril de su macondo desenfrenado. Una forma peculiar de narrar que me atrapó, me cautivó para siempre.
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